Hola, amiga ¿Cómo estás?
Yo no estoy curándome del jet lag. Ayer pasé 4 horas limpiando así que ahora me premio así:
Raro para ser desayuno, pero no me culpo.
Cuando estábamos por terminar la limpieza general fue que consideré adecuado el momento para empezar esta aventura de escribirnos… ¿será que lo hice sólo para evadir el odioso escobillón?
Esta semana estuve melancólica por aquellos años en que deseábamos (jóvenes e ingenuas) ser periodistas… y de pronto me encontré con tu cara en la web de Clarín, ja. Estoy segura de que tu mamá debe estar orgullosa como cuando aún no existía Twitter, donde ya eras famosa antes de salir en el diario ;)
Te decía (perdón, siempre me voy de tema)... que me quedé pensando en el porqué de todo esto, que como ya dijimos no es un viaje.
Llegué hace un año y medio a este país, por primera vez sola. Tal vez es obvio que, aunque sea un lugar conocido, no es nada fácil llegar a un país donde no tenés amigxs (ni nadie que te vaya a buscar al aeropuerto) y no entendés a la gente alrededor. Unos días después, que pasé durmiendo sin parar, saliendo únicamente al súper, llorando y sin querer sacarme el pijama, escribí muy frustrada una lista de razones por las que no viviría acá. Tenía ítems bastante graciosos, como que hace demasiado calor (y yo odio el calor), que la comida es demasiado cara y que la gente grita mucho... Y otros más complejos y dolorosos como que la sociedad es mayormente conservadora, que nadie vota a los partidos que yo votaría, que todo el mundo busca tener pareja y jerarquizar ese vínculo por sobre otros. Estereotipos o no, muchas de esas visiones sobre esta sociedad marcaron mi experiencia tratando de vivir como migrante, trabajando ilegalmente y haciendo lo posible para sobrevivir y también disfrutar. En el medio pum, pandemia. Todas las maldiciones se cumplieron. Y mi aventura me llevó a cambiar de opinión en algo fundamental. Comprobé que se puede tener una relación muy difícil con un lugar, con su gente, con su idiosincrasia... y aún así ser feliz ahí.
A muchxs les pasa con Argentina, que lo odian y lo siguen eligiendo. En lo personal, fui a una escuela en la que los lunes a las nueve menos cuarto se izaban dos banderas, en la que en todos los actos (incluso en el Acto Homenaje a Sarmiento) se cantaba el Himno Nacional y el Hatikva, en donde un mapa grande de un metro de alto en el aula mostraba el territorio israelí ocupado y el legítimo, sin diferenciación. Resultó ser la escuela más sionista de todas... pero yo ni sabía lo qué era ser sionista. Otro día, ¿podemos charlar sobre la educación / adoctrinamiento sobre judaísmo que tuvimos en casa? Y ya que hablamos de casa, ¿por qué esa obligación de sentir a Israel como mi casa? ¿por qué si yo nunca me sentí parte de su gente?
Mientras que para mí Argentina es el mejor lugar del mundo, el que más me representa, con Israel me pasa que a veces lo acepto, a veces lo odio, lo elijo un día y al otro quiero salir corriendo.
Entonces, como para ir al grano… mi idea era contarte por qué me fui de casa hace tres días y por qué hace dos tengo una ciudadanía nueva. Intentaré ser honesta. Después de mi primer viaje acá hace 14 años pude volver muchas veces siendo versiones muy distintas de mí misma. En el medio, mis amigas cambiaron, me convertí en adulta, fui independiente y estudié una carrera, di vueltas por mi país y por otros países, conseguí muchos trabajos y los fui dejando uno tras otro. Pero hubo algo que no cambió: a mí en este lugar me pasan cosas. Cada vez que me voy, vuelvo diferente. Cambia mi forma de sentir, me arrepiento de lo que pensaba, me enojo con los israelíes y más con lxs olim, después algunx me hace cambiar de idea; me siento sola y me hago la sociable, después me voy a la mierda, me peleo con el mundo; me enamoro, rompo las reglas que me había preocupado insistentemente en respetar, cambio mi percepción sobre las personas y sobre mí misma, me desenamoro; me separo de la multitud y, de alguna forma, siempre logro verme a mí misma distinta a quien pensé que era.
Me di cuenta de que en este lugar, en el que nada me es propio, mirando con extrañeza absolutamente todo, es donde me siento libre para escuchar mi deseo con absoluta claridad. De que en ningún otro lugar me pasaron tantas cosas y tan distintas. Y yo quiero que me pasen cosas.
Todavía me suena ridículo todo, pero a la vez, nada tiene mucho sentido en los tiempos que vivimos, ¿no?
Te abrazo a 14 mil kilómetros,
Vani
P.D: Y vos, ¿por qué venís? Te espero :)