No me vas a poder creer esto, Shei. El martes fui a un restaurante a cenar. Y había gente, adentro, sentada comiendo y tomando, sin barbijos (qué fea palabra, ojalá quede en el olvido para siempre), sin mesas vacías… con lo lindo que es escuchar conversaciones ajenas e intentar dilucidar cuál de todos los de alrededor es un agente del Mossad encubierto… en fin, acá parece que no existiera más la pandemia y lo mismo que lo disfruto, un poco no lo puedo creer. Me pasó como cuando mirás una peli en la que están todxs muy pegadxs y te ponés un poco tensa, pero en la vida real.
También fui a un cumpleaños donde la gente no estaba pendiente de su vaso y hasta comíamos papitas todos del mismo plato con las manos chupadas, por favor qué placer (bueno, me calmo, sí).
Esto de ir a comer afuera (que por cierto, no es apto para pobres #olim, lo hicimos a modo de excepción para festejar el cumple de #novio) y que no te pidan pasaporte verde, ni te den alcohol en la entrada, ni te tomen la fiebre ni nada, me hizo acordar a lo de los 5 pasos para hacer aliá que nombrabas en tu mail... es mi deber recordarte que no, la verdad no es todo tan fácil. Por eso le tuve siempre tanto miedo, o respeto, a esta decisión. Cuando llegás acá las cosas se complican y mucho: primero por una obviedad que es que todos hablan hebreo. Sí, ya sé que estabas al tanto y estás estudiando hace meses… pero no es lo mismo con lxs nativxs y menos si son impacientes, que lo son. Yo a la primera persona que me diga que en Israel hablan todos inglés honestamente le voy a tener que dar un cachetazo. Cada vez que llamo por teléfono a algún lado pregunto atá/at medaber anglit? (¿hablás inglés?) y empiezo a sentir como se ponen nerviosxs y responden de mala gana que sí, que no, que tal vez… y a veces directamente corto, de la vergüenza. Pasa que yo soy muy sensible, ¿viste? A esta altura francamente siento una profunda admiración por lxs que hacen aliá y no tienen une hablante nativx en casa. ¿Me quieren contar en los comentarios (#ahre) cómo hacen para no ponerse a llorar de la impotencia?
Y no, no se resuelve todo por internet, como debés estar ingenuamente pensando. Apenas llegás, después del aislamiento, tenés que hacer muchos trámites, MUCHOS . De esos presenciales que tanto extrañábamos, dijo nadie nunca. Misrad Haklitá, Misrad Hapnim, Misrad Ha Rishui, más banco, más obra social, todos en el mismo horario de oficina y con turnos que tardan más de un mes en llegar. Hay páginas o aplicaciones que ni tienen versión en inglés, mensajes que te llegan al celular que obvio no están traducidos, buscar una calle en Google Maps si no lo escribís en perfecto hebreo casi nunca funciona, etc. Perdón amiga, pero tengo que aclararte que lo que hiciste hasta ahora fue sólo un simple test... No es todo “fácil y rápido” como lo del global center. Y lo único que diferencia a la burocracia israelí de la argentina es que acá no podés indignarte y gritar que esto en el primer mundo no pasa.
Aprovecho de paso para compartirte una cuenta de Instagram que me está haciendo estallar estos días. Se ríen y con mucha razón de las personas que promocionan la aliá como si fuera la salvación de tu vida. Mirá este meme, me pareció excelente:
También está el tema de la búsqueda laboral que me tiene preocupada. A veces entro a LinkedIn y empiezo a aplicar desesperadamente a todo lo que veo (por favor que no me esté leyendo mi psicóloga porque me va a querer atender dos veces a la semana). Después nada de eso sale y me intento calmar. Trato de tener paciencia, confiar en todo lo que sé, todo lo que aprendí y en lo valiosa que soy como profesional. Me quiero convencer de que algo aparecerá pronto. Me sale muy poquito, pero sigo intentándolo. Tal vez, como a los opositores a Bibi en el día de hoy, con el 36° gobierno a punto de entrar en funciones (y cruzando los dedos porque salga algo interesante de ese rejunte), algún día se me da.
Bueno, antes de irme a seguir con mis trabajos que me pagan en pesos argentinos (#genia de las finanzas me llaman) y para no seguir con la catarsis vayamos al punto del que partimos, al comienzo de este mail. A pesar de que, como me recordó mi amiga Aixa, todavía quedan palestinos que están esperando ser vacunados, el COVID realmente acá parece haberse terminado mucho antes que en el resto del mundo. Y no, no es obra de Dios, sino de las vacunas que llegaron porque este país tuvo plata y contactos para conseguirlas. Lo que otros países que todavía no recibieron las dosis necesarias no tienen. Leer sobre la situación en el resto del mundo, mientras me alegro porque en Argentina las cosas mejoran y algunxs amigxs empiezan a recibir su primera dosis me hizo pensar de nuevo en esta intensa contradicción personal que tengo con los privilegios. Como feminista y latinoamericana, orgullosa de mi militancia, sé muy bien que los privilegios son invisibles para quien los tiene. Y con los míos (los que me da mi color de piel, el pertenecer a cierta clase, el ser una mujer cis y haber podido estudiar, entre otros) no tengo mucha idea de qué hacer, pero estoy convencida de que no quiero negarlos. En este momento del mundo, en medio de esta pandemia más que nunca, hacer aliá no es la salvación que prometen les influencers ni tampoco es un proceso kafkiano de trámites complicados que jamás terminan: hoy, más que nunca, hacer aliá es un privilegio.
Desde esta situación privilegiada te espero ansiosa, con sabich y edamames, con playa y con Pochoclito. Prometo que voy a dejar de hacerme la boluda y te voy a contar de la convivencia con Noy y de lo hermosa que es esta ciudad en verano en el próximo mail. Un poco me cuesta, son los privilegios :P
Besote,
Te quiero,
Vani
P.D.: No te olvides de contarme cómo vienen tus clases de hebreo, ¡todavía no me animo a elegir Ulpán!