Muchas gracias, amiga!! Me encantó volver a leerte y percibir que estás renovada y asentada. Imagino que vivir en Ramat Gan debe ser bastante distinto a Jerusalem por las distancias, la gente y el transporte. ¿Extrañás el kotel? Y lo más importante… ¿ya te compraste una bici? Sino, te insisto en esto: en Tel Aviv (y cercanías) si no te movés en bici, es muy difícil ser feliz.
Yo te escribo desde mi sillón donde el virus me tiene instalada (bueno, también la cama cuando las perras usan el sillón). Me perdí Purim por completo, así que espero todas tus novedades sobre el festejo porque alto #FOMO tengo.
Justo que contabas del ulpán, yo después de unas vacaciones y de procrastinar bastante, hace unos días fui a buscar mi resultado del examen (¡y me fue excelente!). Pregunté ahí mismo en Ulpán Gordon si tenían el nivel que le sigue al que yo terminé (terminé guimel, empezaría dalet) y me dijeron que por ahora no abrieron ningún grupo :(, así que ya mismo estoy haciendo research sobre institutos privados. Para quienes nos leen y no saben, una vez que terminás el primer nivel de hebreo, el Estado también te paga el segundo. Lo que pasa es que los niveles altos (más allá del hebreo básico que enseñan en todos lados) son menos populares y sus horarios poco variados. ¿Se cansará la gente a los pocos meses de empezar? ¿O ya con saber lo básico están bien viviendo acá?
Otra hipótesis posible la conversamos justo el finde con amigas en un cumpleaños: existe ese famoso mito urbano de que en Tel Aviv no necesitás saber hebreo. En mi experiencia, es completamente falso. Y todxs lxs israelíes con los que lo charlo me lo confirman; ¿tendrán alguna experiencia lidiando con Maccabi (cobertura médica) estas personas?
Con respecto a tu pregunta de cómo me pegó enterarme de la violación grupal en Palermo, sí, te admito que me afectó bastante. Al principio me hice una bolita y evité conectar con esa angustia. Las personas sensibles a veces necesitamos un escudo y no podemos reaccionar a tiempo con indignación y efusividad. Pero pasado ese tiempo, presté atención a lo que pasó después de la indignación inicial. Todo volvió a ser lo que era. La mayoría que se indignó y compartió la foto a modo de escrache y castigo a los violadores, al día siguiente se levantó y siguió con su vida: indignándose por el FMI, por el precio de la nafta, por la guerra en Ucrania o por las cuotas de las tarjetas para viajar… para postear algo, pero dejando esa indignación en el mundo virtual. Como si la violencia sexual no tuviera nada que ver con nuestras vidas cotidianas, como si no tuviéramos nada que replantearnos en las formas en que socialmente educamos a los varones en la cultura de la violación.
Una de mis últimas clases del Ulpán fue en diciembre. Estábamos hablando sobre un diálogo del libro en el que una pareja conversaba en un tono un poco violento, porque ¿viste lo absolutamente faltos de perspectiva de género que están los materiales de estudio de idiomas? En fin, la profesora preguntó qué opinábamos y yo dije que la situación me hacía pensar en la masculinidad tóxica. En realidad no sabía decirlo en hebreo, así que pregunté cómo se decía, y es:
גבריות רעילה
Éramos al menos 11 personas en un aula: 3 rusas, 3 brasileñxs, 2 ucranianas, 1 bielorrusa, la profe israelí, yo… ¿podés creer que nadie sabía de qué estaba hablando? Tuve que salir del tupper feminista en el que vivo y explicarlo, lo mismo que venimos haciendo en estos días en relación a la cultura de la violación. Que la masculinidad no es una cualidad innata de los varones, que se enseña como se enseña la feminidad a las mujeres. Que una vez que te dicen cómo tenés que ser (por ejemplo, si sos varón, valiente, independiente y fuerte, y si sos mujer, temerosa, flaca y linda, dependiente, enamoradiza y sensible) la sociedad te cuestiona y penaliza cuando no te apegás al rol determinado. Que en los varones ese rol de dominación y el ejercicio de la violencia es incentivado por otros varones. Que eso les genera dolor desde chiquitos, que los obliga a encajar en un estereotipo. Que ese dolor, muchas veces, termina generando insatisfacción y la sensación de “no ser suficientemente hombre” que los lleva a cometer actos absolutamente aberrantes para reafirmarse… todo desde cero.
Viviendo lejos de Argentina, las cosas que ahí pasan me duelen igual. Pero estoy mucho más consciente de la burbuja en la que vivía: las cosas que creía que todxs entendemos, sabemos, y damos por sentado que los demás saben, bueno resulta que la mayoría de las personas acá no tiene ni idea. Y hay que empezar desde el principio, desde lo más básico. Y sí, es frustrante… pero no se me ocurre otra manera de migrar que llevando tu propia mochila de experiencias, intereses, angustias, abrirla y compartirla con lxs demás. La próxima vez que alguien me pregunte en la playa qué es esa cosa que parece té y estoy tomando con una pajita, además de reírme, convidar mate y explicarle su función social, le voy a preguntar ¿sabés qué es la masculinidad tóxica? (uuy sí, qué pesadas somos las feministas, ¿no? jaja)
Esta semana me mudo. Es mi primer mudanza en Israel después de meses de relación tóxica con esta casa. Mandame energías y contame ¿cómo fue dejar tu primer casa allá, en el merkaz klitá?.
Te quiero amiga, sos fundamental en estos tiempos raros.
Vani