La dieta: el cambio inevitable para todo inmigrante
Escribí esto antes del viernes pasado a las 20h. Tenía planeado mandarlo hoy a las 18 de la tarde, pero el conflicto armado volvió a aparecer en escena y me olvidé del ayuno intermitente y de las mil cosas que acá escribo y al releer vuelvo a recordarme:
“La comida es simplemente energía”, le escuché decir a una nutricionista twittera. “Todas las demás razones que nos llevan a comer están mal”, remataba. Hoy reivindico esta frase. Con mi llegada entendí algo de lo que en este gran proceso de emigración nadie puede escapar: entrar a un supermercado y no entender nada. En ese preciso momento cambia tu lista de super, tu heladera: y por consecuencia tu forma de alimentarte.
Los israelíes comen sandwiches a la mañana, con morrón, queso, atún, pepino y tomate. Su comida fuerte es al mediodía. Si bien TLV es la ciudad con más veganos en el mundo, me encontré con muy poco porcentaje de israelíes vegan/veggies (digo que soy argentina y empiezan a maullar “ay la carne argentina”). En general los almuerzos son grandes e incluyen pollo o carne roja. Y luego de 3-5 cafés distribuidos en el día, cenan algo simple a la noche: un omelette con ensalada o shakshuka. Lo dulce ahora ya no es dulce, ellos llaman “torta” a un clásico budín para tomar el mate y la chocotorta les parece demasiado. Sus verduras y frutas no tienen gusto, excepto la sandía y los tomates cherrys.
Con este panorama, aprender a alimentarme fue y sigue siendo todo un proceso, por eso quería escribirte sobre esto.
¿Cómo aprendemos a medirnos en las cantidades de los alimentos que ahora son parte de la dieta diaria, como el tahini o el hummus? ¿Mantenemos las costumbres del país de origen o nos adaptarmos? A mi me costó, aumenté como 9 kilos en los primeros meses. Llamé a una nutricionista argentina para hacer el proceso a la distancia, pero yo ni siquiera sabía dónde había una dietética. Evidentemente para mi la comida no es solo energía… por el contrario diría que somos lo que comemos y cómo comemos. Las tentaciones se me mezclaron con emociones y un ritmo de vida absolutamente diferente al que solía tener. Los israelíes comen de “a platitos”, ejemplo gráfico:
Además, un condimento: a los 12 días de llegar a Israel me empezó a doler la panza ininterrumpidamente y con varios síntomas ya registrados, caí en una médica que sin tapujos me diagnosticó IBS, síndrome de intestino irritable.
Ahora no solo tenia que adaptarme a un país y su nueva cultura si no que tenía que eliminar un montón de alimentos y ver cuáles me irritaban el intestino. Adiós lactosa, adiós gluten, adiós cebolla, mango, sandía, champiñones, algunas legumbres y varias cosas más. Tuve que aprender a decir “leló gluten” (sin gluten) y empezar a seguir instagrammers de acá… Paulina Cocina ya no jugaba en este partido. Absolutamente todas las recetas de las Instagrammers que me inspiraban me costaba readaptarlas acá: ¿cómo encuentro polvo para hornear? ¿hay leche en polvo? ¿cuál de estos 80 estilos de queso se derrite y cuál no?
Ahora ya bajé un par de esos kilos, estoy un poco más cerca del bienestar. Tener trabajo me dio una rutina, horarios para comidas y plata para pagar un gimnasio, el combo básico para este proceso de estar “en equilibrio”. Llevar una “vida saludable” no se trata sólo de solo dividir el plato en proteínas, vegetales y carbohidratos; es mucho más y es un trabajo permanente. ¿Compartís conmigo?
¿Cómo estás viviendo este gran proceso? Alineado con la alimentación, sabemos que no estar en balance incluye el cómo nos vemos, no me parece menor preguntarte cómo la llevás en la ciudad donde el standard de belleza es altísimo y todas tienen cuerpo perfecto.
Amiga, perdón la hora, sé que son son casi las 23.40, pero necesitaba esperar al cese de fuego y que me baje un poco la tensión
Me despido con el mas profundo deseo de paz en Israel y que podamos adaptarnos a vivir en este lugar desde todas sus aristas.
Te quiero
Shei