“Escribir es una forma de irse, otras de quedarse, de transitarse, de moverse incluso sin salir de ese lugar en el sillón o la cama”.
No lo digo yo, se lo leí en un posteo a mi profesora de bordado, que también es escritora y artista visual. Me hizo pensar en tu pregunta y entonces decidí escribirte. No sé cuántas más cartas nos escribiremos, amiga, depende de lo que decidamos. Pero vos me preguntaste por qué estoy acá, cuál es mi sentido, y el ejercicio de sentarme a pensar en mi propio devenir como persona migrante, ciudadana nueva de este país, olá jadashá, expatriada argentina, como quieras que digamos, esa es una de las cosas que creo que me sostuvieron este año de tantos cambios. Y no digo “creo” porque no esté segura: lo estoy. Lo digo porque hoy veo las cosas que pasaron hace un año con otro matiz. Y no sé dónde y cómo voy a estar en unos meses y si estas narrativas (las nuestras) tendrán sentido, o si le encontraré otro sentido a este momento de mi vida. A veces veo mis posteos de Facebook de hace 10 años, cuando me los traen las memorias, y pienso que esa no soy yo, que es sólo una versión mía que quedó en esa red social cuando después pasamos a Instagram y todo se volvió más cool.
No te voy a mentir, también me pasó algo que me motivó a escribirte. Una de mis versiones, esa del pasado que quería ser un ser sociable y tener amigxs nuevxs (sin ir mas lejos te escribí sobre ella la vez pasada) ahora está muy triste porque una persona que quise mucho, con la que entablé un vínculo que yo creía (¿imaginaba? ¿me engañaba a mí misma?) real e interesante en estos meses de aliá decidió no querer sostener más ese vínculo. Básicamente mi peor pesadilla, que una amiga no me quiera más. Desde hace un mes y pico no volvimos a retomar la relación. Probablemente te parezca una boludez. Pero no lo es para mí. Vengo pensando hace 3/4 sesiones de terapia en esto. La expresión “X sesiones de terapia” es fantástica para mensurar cuán mambeadx estas con algo. Creo que me tomó más sesiones que hacer el duelo de mi última relación de pareja, mirá lo que te digo.
En relación a tu pregunta, la respuesta a porqué estoy acá es relativamente sencilla: estoy acá porque estoy enamorada de un chico -que es israelí- y ambos decidimos que por ahora nuestra vida de pareja con perritos (que es la vida que queremos) funciona bien acá. Porque este país me abrió las puertas incluso en medio de una pandemia. Porque en sólo tres meses conseguí un trabajo que me gusta y hoy tengo una cantidad de ingresos suficiente para vivir bien en una ciudad que es delirantemente carísima, todo eso ya es un montón. Podemos discutir eternamente sobre la economía argentina y sus imposibles soluciones, sobre la restricción externa, la función del Banco Central y etc, pero yo sé que si no me hubiera enamorado de Noy -casi seguro- estaría todavía viviendo en Thames y Corrientes e intentando llegar a fin de mes como desde que me mudé ahí a los 21 años. Y no sé hasta cuando durará esta etapa, porque nunca dejo de ser millennial y para nosotrxs no existen los “para siempre”.
Entonces me detuve en tu segunda pregunta: ¿cuál es mi sentido?
Shei, no tengo la menor idea. Algunas de las cosas que veo en Instagram, que entiendo les dan sentido a muchas de las personas que conozco (y tienen buen engagement), “miren soy feliz”, “miren mi viaje a Europa”, “miren tengo un bebé”, “soy re exitosx en mi trabajo”, “miren los tips que les paso para ser exitosx como yo”, “miren qué libro leo (?) y lo cultx que soy” a veces cuando las veo me dan cringe, a veces envidia, a veces todo junto. Pero funciona tan bien ese algoritmo que me cuesta pensarlo sin esas referencias. ¿Cuál es mi sentido? No sé, creo que no puedo responderlo sin aludir a otrxs, lxs que forman parte de eso que hace a mi identidad. Mis afectos, la prueba de que tan mal no hice las cosas hasta acá. Cuando pienso en qué me identifica, qué me hace sentir “hermanada” con otras personas, también encuentro algo poderoso en el componente generacional y en las ideas que circulan, que son un poco la marca de una generación, ¿no?. En mi caso, pienso que cierto horizonte de justicia social, las ideas que conocí en mi adolescencia tardía, tienen bastante visibilidad en el momento del mundo que vivimos. Se ven con mayor frecuencia en remeras/memes/bios de tuiter y otros medios de expresión. Eso, junto con mis vínculos, también me hace sentir un poco menos sola, aunque todavía en ciertas situaciones vuelvo a tener aquella sensación de estarlo, como en casi todos los domingos de mi infancia - todavía culpo a mis padres que trabajaban y tenían que dejarme a mí en casa cuidando a mi hermanito - y como ahora, porque una persona me dejó de querer.
No me siento identificada con la “identidad judía” que me inculcaron en mi casa. Tampoco con la “porteña” que podría haber adquirido por haber sido criada en Buenos Aires. Ni me siento periodista en un sentido en el que mi profesión defina mi sentido, mi identidad. Cuando mi novio me hizo hace unos meses la pregunta “cuál es tu casa” a partir de una charla con su terapeuta, le respondí “el feminismo es mi casa, es ese lugar al que siempre quiero volver porque me siento parte de algo”. No sé si estuve bien en decirle eso, es lo que me salió entonces. Así que mi decisión final (?) es anclarme en el presente:
Intercambiar estas palabras con vos, en este momento de nuestras vidas, es una de las cosas que me da sentido hoy. Todo eso que no te escribí todavía y que queda por ser escrito, todo lo que ya te conté pero que quisiera borrar y volver a pensar.
Aunque no sé si esto va a durar porque en eso, me parece, somos bastante millennials.
¡Te quiero, siempre!
Vanu
P.D: ¿Hay algo que hayas aprendido sobre vos misma, desde que estás acá?