Un poco fui y un poco volví.
¿A dónde volvemos? Volver supone que hay un lugar que nos pertenece desde antes. Que por alguna razón nos fuimos o dejamos. Para mi, volver es cuando empiezo a funcionar en automático en un determinado lugar o situación. Como en mi casa, que es mi zona de confort. El problema es que hace exactamente 10 meses mi concepto de “casa” cambió para siempre. Siempre pensé que Israel era también mi hogar, pero en la práctica después de algún viaje temporario, volvía a Villa Crespo, a mis costumbres, a mi gente. Ahora es tan pero tan sincrético que hasta confundo inconscientemente ambas locaciones al hablar con el “acá” o el “allá”. Un amigo me dijo que lo lleve a terapia. Cuando lo conté, me dijo “es que claro, tus casas ahora son Israel y Argentina”. Mi analista no le dio más vuelta que eso y yo tampoco.
En abril estuve en Argentina. Viajé por 3 semanas. Me habían advertido que iba a ser difícil aunque yo no sentía esa sensación a priori; estaba más conectada con el “vamos a usar shekalim a Argentina” y con festejar Pesaj que con la nostalgia de mis queridos.
Caí de sorpresa para la mayoría de las personas y estaba dispuesta a abrirme a redescubrir la Ciudad de Buenos Aires como turista. Había guardado mil lugares para ir a comer y hasta planeaba algún viajecito. Me subí al avión como si fuera de vacaciones a cualquier otro lugar. Aunque yo no iba preparada, la realidad lo hizo por mí.
Nunca creí que estaba tan con otro chip y que el viejo lo había tirado. Me encontré con una realidad económica mucho peor que 9 meses atrás pero a la vez con un boom consumista fatal; 100 dólares se me iban en dos o tres días. Me encontré con los privilegios de antes y exactamente la misma dinámica familiar. Me encontré con mis médicos, extrañaba que me atienda alguien con empatía y me dediquen más de 10 minutos en la consulta. Me encontré con un montón de amigos, muchos de ellos trabajando y armando familias. Me encontré con una Ciudad tan maravillosa que me cuesta encontrar el adjetivo adecuado; pero que a la vez vislumbra sus sombras de un país en crisis: me había sacado el chip de tener que dejar mi cartera cerca cuando salía a comer o que pasen 7-10 personas por hora a pedirnos una moneda. Me encontré con mis amigas con proyectos personales admirables y verlas avanzar me llenó de alegría. En ellas encontré un lugar de pertenencia, como si el tiempo no hubiera pasado.
Por otro lado, mi visita a Buenos Aires fue a una evidencia de que no hay nada que me apegue. Viajé con avidez de tomar clases de danza todos los días, hacer cerámica, tomar uno o dos cursos de El Arte de Vivir e incluso ir a todos los nuevos spots de gastronomía porteña. Allá arriba estaban mis expectativas derrumbadas en un abrir y cerrar de ojos por diferentes motivos.
Con esta anécdota aprendí que apegarnos no sirve para nada. Que nuestra felicidad no depende ni del alfajor Jorgito ni de un curso de meditación con tus amigos. Aprendí a bajar las expectativas de mis “Viajes a Argentina” porque estamos a solo 18 horas y medio sueldo promedio israelí de visitar a nuestras familias. Aunque me hubiera gustado que la tierra prometida quede a un Buquebus de distancia, hacer alia en estos tiempos es un privilegio. Cuando mi tía hizo alia viajó un mes en barco y la videollamada era apenas una fantasía.
Se acercaba el momento de Ezeiza y de nuevo, no había premeditado cómo encarar una nueva despedida. Sin dramatismo en la crónica les spoileo que es difícil. La noche anterior no pude dormir ni yo ni mi mamá. La valija me la armó mi prima, estaba tomada por los nervios y las cremas para peinar que quería que entraran en las 2 valijas. Me quería llevar Argentina en 46kg, pero una vez más, volví a pensar en eso del desapego.
Gracias a tu llamado y a la compañía a la distancia pude sobrellevar las emociones y subirme al avión. ¿Pensé en quedarme? Gracias a dios no. Pude haber viajado con expectativas altísimas e improvisado un montón, de esos errores me hago cargo, pero lo que me da orgullo es haber viajado con mi vida armada acá: volví a mi rutina, a mis roommates, a mis amigos, al trabajo, a mi familia, al hebreo. Volví de nuevo a mi casa.
Una vieja canción decía "no soy de aquí ni soy de allá", y vos podes sentir pertenencia en dos lugares distintos. Esa descripción de tu viaje de regreso a Eretz parece describir ni más ni menos que venir de visita sirvió para, una vez más, confirmar tu elección del lugar donde queres construir tu futuro.
Gracias por Esta frase: "apegarnos no sirve para nada. Que nuestra felicidad no depende ni del alfajor Jorgito"
Sigan contando!! Me encanta como escriben.