Hola, Vanucha! Muy buen día.
Acá, con el mate de por medio, te cuento que tengo una semana más en la Argentina. Por suerte, tengo tu historia de referencia en la que te cancelaron el vuelo 3 veces. En este sentido, una semana de cancelación es cariño extra, que nunca viene mal.
Es la primera vez que sigo en Argentina por una cuestión logística. Desde 2011 a la fecha me volví en una especialista en la procrastinación. Todo este tiempo me puse, al menos, 20 excusas para no encarar Ezeiza. Acá van algunas:
Cuando estaba de novia, era porque él no quería y lo prioricé siempre.
Cuando todavía estudiaba en la Universidad, era porque no quería irme sin un título.
Cuando me recibí de Lic. en Periodismo, era porque todavía no tenía experiencia laboral en lo mío.
Cuando empecé a ganar experiencia laboral, era porque no iba a conseguir algo de comunicación en un país en el que se habla otro idioma.
Cuando no tenía trabajo, era porque creía que necesitaba juntar plata antes de irme, no podía irme sin nada.
Cuando tuve mucho trabajo, pensé que no quería abandonar lo que me había costado tanto conseguir.
Cuando empecé a trabajar en el negocio familiar, era porque creía que podía llegar a tener futuro allá y no quería dejar esa posibilidad.
Cuando viajé a Onward y después de unos meses me asenté en Tel Aviv, ya me tenía que ir. ¿Por qué no me quedé? Porque ya tenía un pasaje sacado, aunque me había llegado una gran propuesta laboral mientras estaba en el aeropuerto de Barajas de Madrid.
Cuando vi a mi primo ingresar al ejército y ser testigo de la tensión en la familia durante todo ese proceso, pensé que no estaba dispuesta a vivir algo así en un futuro.
Cuando empecé a pensar en mi mamá y papá, argumentaba que mis xadres se están poniendo grandes y no podía dejar a mi hermana sola con ellxs.
Luego, que no podía concebir pensar mi vida sin mi hermana cerca.
Cuando pensaba en mis amigas, era porque no quería perderme de momentos tan importantes como casamientos o quien dice, nacimientos de hijxs.
Cuando pensaba en lo laboral, me quedaba porque no sé si conseguiría trabajo en Comunicación Digital. Solo me servía para frustrarme por no trabajar con bitcoins ni programación.
Cuando me compré un auto empecé a pensar que allá tendría una peor calidad de vida, que viviré como inmigrante y perder cierto confort.
Cuando me mudé, me quedé porque allá tendría que compartir departamento y pagar más caro por eso.
Cuando empecé a meditar fue porque no quería relegar la organización ni la gente con la que me gusta mucho compartir.
Cuando cumplí 27 o 28 fue porque “ya estoy grande, ya está”.
Siempre soñé con conseguir trabajo en Israel desde BA, para que sea un impulso para poder irme, pero nunca empecé a buscar ese trabajo.
Cuando tenía que elegir entre Haifa y Jerusalem para hacer el Ulpan, ninguna de las dos me terminaba de convencer del todo.
Cuando me propuse viajar para hacer un Master y luego evaluar quedarme, no había algo que me atraiga para estudiar especialmente allá.
El empujón fue el 2 de febrero de 2021 cuando me dijeron que iban a vender el departamento en el que estaba viviendo. Entré en shock porque me cambió la estructura que venía llevando. Tenía que pensar en alquilarme algo por 3 años, lo que siempre postergaba “porque no sabía si iba a seguir acá en 3 años más”. Por suerte fue el detonante. Recuerdo que ese día tuve terapia y reevalué todo. Me cuestioné todas las excusas, que con solo sacarle un poco de polvo, estaban muy vacías. Pensé que si no es ahora, no es nunca y transformé esas excusas en las siguientes razones:
No estoy de novia y no tengo hijxs. Soy mi primera prioridad para hacer lo que quiera donde quiera.
Ya terminé de estudiar y ahora encaré UX, una arista que une el diseño y la comunicación y me interesa mucho.
En estos años pude ahorrar y eso me va a permitir transitar el proceso hasta encontrar trabajo.
Me encontré con amigxs que vivieron allá y me confirman que con trabajo, se puede vivir con tranquilidad; no como en Argentina que tenía 4 trabajos.
Lo del Tzahal es una realidad, pero aún no soy madre ni sé si lo seré, asi que no sirve de nada especular con eso.
Al pensar en mis amigas, creo que la pandemia nos evidenció que podés estar muy cerca físicamente pero no vincularte o al revés. Acompañaré esos casamientos desde mi lugar. Por suerte ellas me bancaron desde el primer día con mi decisión.
Mi hermana hace su vida, tiene sus sueños, ¿por qué yo no voy a cumplir los míos?
Re-evaluaré qué es tener una buena calidad de vida. Hoy, dudo si todo se reduce en un auto y un departamento.
A los 27/28 no estaba grande. Ahora tengo 29 y me siento con más energía que en ese momento. La meditación es la posta, amiga!
Ninguna de las cosas que me hacían postergar la decisión fueron resueltas, simplemente cambié el enfoque. Si hubiera esperado a resolverlas, quizás nunca habría tomado impulso.
¡Nos vemos en unos días!
Te quiero y admiro mucho